Una espiritualidad inadaptada a nuestros tiempos

Como bien decía un autor, el cristiano siempre ha reconocido que el ejercicio de su religión es de naturaleza épica. Y por eso, por más que varíen ciertas expresiones, hablar de una espiritualidad épica no es algo estrictamente novedoso, sino algo esencialmente tradicional y perenne.

Ahora bien, la épica, y más aún la épica cristiana, es algo absolutamente contrario a la Modernidad y por ende a nuestros tiempos. Debe oponerse contra la época, la épica.

Por eso, una espiritualidad épica no parece para nada acorde con nuestra época, sino que es una pretensión contrarrevolucionaria y políticamente incorrecta.

Por eso, muchos “de Misa diaria” nos proponen, y aun exigen, una espiritualidad diferente, distinta y sobre todo adaptada a nuestros tiempos, esto es, una espiritualidad empresarial, silenciosa, que no polemice con el mundo, que no predique a tiempo y destiempo, que aborrezca la ira santa, que no incomode a los poderosos.

Quieren una espiritualidad de gente tranquila,

que se conforme con desempeñar brillantemente las tareas de oficina…

que busque inspirar a los demás, con su silente y oculto ejemplo de empleado, su “cristianismo”,

que no discute con nadie para no herir susceptibilidades,

que siempre hace buena letra y que no desentona

que reza una pila de oraciones en su casa pero que no proclama a Cristo Rey ante la sociedad

Esa es una espiritualidad adaptada a nuestros tiempos.

 

Nosotros, con la insolencia sacra que nos pide Dios, proponemos otra espiritualidad, esto es, la espiritualidad de siempre, la de los Mártires y los Cruzados, la de los Misioneros y los Héroes, la de la Caballería y la de la Summa.

Proponemos una espiritualidad épica, conscientes de que no proponemos nada nuevo. Es esta una espiritualidad profunda y prolijamente inadaptada a nuestros tiempos. Y nos parece lo más conveniente ya que Dios no quiere una Iglesia adaptada al mundo moderno sino una Iglesia que convierta al mundo moderno. Es el mundo el que debe adaptarse al Evangelio, no el Evangelio el que debe adaptarse al mundo.

No buscamos una Santidad adaptada a nuestros tiempos sino que nuestros tiempos se adapten a la Santidad.

Queremos que el mundo se adapte a Dios para que Dios adopte a todos los hombres del mundo.

¡Viva Dios!

P. Federico, misionero en la Meseta Tibetana

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