La Santísima Trinidad y la Misión

La Santísima Trinidad y la Misión

 ST

Las Misiones Católicas tienen “un carácter esencialmente trinitario” (cf. CM 1). En efecto, si bien todas las obras trinitarias “ad extra” son obras de las Tres Divinas Personas, hay obras que los téologos las atribuyen a alguna Persona determinada. Por tanto, como se enseña en el documento Cooperatio Misionalis, el Espíritu Santo congrega a la Iglesia en toda la tierra, la ilumina y le da fuerza para anunciar a Cristo y al Padre –revelado por Cristo (cf. CM 1)[1].

Dios Padre y la Misión

¿De dónde nace el designio misionero? El designio misionero, como enseña el Concilio Vaticano II° (cf. AG 2), dimana de Dios Padre, dimana de Su “amor fontal” o caridad paternal. En efecto, la Iglesia toma su origen de la Misión del Hijo y del Espíritu Santo, la cual tiene lugar según el designio de Dios Padre (cf. AG 2)[2].

Pero, ¿cuál es el designio del Padre? Dios Padre para establecer la caridad –en su doble dimensión, horizontal y vertical-, “decretó entrar en la historia de la Humanidad de un modo nuevo y definitivo enviando a su Hijo en nuestra carne para arrancar por su medio a los hombres del poder de las tinieblas y de Satanás (Cf. Col., 1,13; Act., 10,38), y en El reconciliar consigo al mundo (Cfg. 2 Cor., 5,19)” (AG 3) constituyéndolo a Su Hijo, por quien hizo el mundo, “heredero de todo a fin de instaurarlo todo en El (Cf. Ef., 1,10)” (AG 3)[3].

Dios Hijo y la Misión

Nuestro Señor Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, es el máximo Misionero. Como decía S.S. Pablo VI, “Jesús mismo, Evangelio de Dios, ha sido el primero y el más grande evangelizador. Lo ha sido hasta el final, hasta la perfección, hasta el sacrificio de su existencia terrena” (EN7).

Las Misiones Católicas, las cuales cooperan con la misma Misión de Cristo, desde sus orígenes hasta la Parusía, se basan “en el poder del Resucitado”, no en las capacidades humanas (RM 23)[4].

Dios Espíritu Santo y la Misión

El Espíritu Santo, enviado por Cristo “de parte del Padre”, impulsa “a la Iglesia hacia su propia dilatación” (AG4)[5]. El envío misionero “es envío en el Espíritu (…): Cristo envía a los suyos al mundo, al igual que el Padre le ha enviado a él y por esto les da el Espíritu” (RM22)[6].

Si bien todas las obras trinitarias “ad extra” son obra de las Tres Personas, los téologos atribuyen al Espíritu Santo el ser “el Protagonista de la Misión”. En efecto, como enseña San Juan Pablo II Magno, “el Espíritu Santo es en verdad el protagonista de toda la misión eclesial” (RM21). Este protagonismo se ve claro al pensar que “solamente después de la venida del Espíritu Santo, el día de Pentecostés, los Apóstoles salen hacia todas las partes del mundo para comenzar la gran obra de evangelización de la Iglesia (…) Pedro explica el acontecimiento como la realización de la profecía de Joel: «Yo derramaré mi Espíritu» (112)” (EN75)[7]. Enseña el Concilio Vaticano II° que “el Espíritu Santo, que llama a todos los hombres a Cristo, por la siembra de la palabra y proclamación del Evangelio, y suscita el homenaje de la fe en los corazones, cuando engendra para una nueva vida en el seno de la fuente bautismal a los que creen en Cristo, los congrega en el único Pueblo de Dios que es “linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo de adquisición” (AG15).

La obra del Espíritu Santoresplandece de modo eminente en la misión ad gentes, como se ve en la Iglesia primitiva por la conversión de Cornelio (cf. Act 10), por las decisiones sobre los problemas que surgían (cf. Act 15),por la elección de los territorios y de los pueblos (cf. Act 16, 6 ss)” (RM21).

El Espíritu Santo actúa en los Misioneros. La acción del Espíritu Santo es muy concreta. En efecto, “El es quien, hoy igual que en los comienzos de la Iglesia, actúa en cada evangelizador que se deja poseer y conducir por El, y pone en los labios las palabras que por sí solo no podría hallar, predisponiendo también el alma del que escucha para hacerla abierta y acogedora de la Buena Nueva y del reino anunciado” (EN75).

Pero, el Espíritu Santo no solo actua en los Misioneros sino que también actua en los Misionados, de un modo especial disponiéndolos a la conversión. Así lo expresaba San Juan Pablo II: “El Espíritu actúa por medio de los Apóstoles, pero al mismo tiempo actúa también en los oyentes: « Mediante su acción, la Buena Nueva toma cuerpo en las conciencias y en los corazones humanos y se difunde en la historia. En todo está el Espíritu Santo que da la vida »” (RM21). Es el Espíritu Santo Quien dispone a las almas a la conversión ya que Él es “quien en lo hondo de las conciencias hace aceptar y comprender la Palabra de salvación” (EN75).

Por lo dicho, S.S. Pablo VI exhortaba a “a todos y cada uno de los evangelizadores a invocar constantemente con fe y fervor al Espíritu Santo y a dejarse guiar prudentemente por El como inspirador decisivo de sus programas, de sus iniciativas, de su actividad evangelizadora” (EN75)[8].

Francisco Xavier

Sacerdote Misionero en Taiwan

Notas el pie:

[1]“la Iglesia es congregada en la unidad, en toda la tierra, por el Espíritu Santo, protagonista de la misión, del que recibe luz y energía para anunciar la verdad sobre Cristo y sobre el Padre, por él revelado. La misión de la Iglesia posee, pues, un carácter esencialmente «trinitario»” (CM 1).

[2] “La Iglesia peregrinante es misionera por su naturaleza, puesto que toma su origen de la misión del Hijo y del Espíritu Santo, segûn el designio de Dios Padre. pero este designio dimana del “amor fontal” o de la caridad de Dios Padre” (AG 2).

[3] ““Dios, para establecer la paz o comunión con El y armonizar la sociedad fraterna entre los hombres, pecadores, decretó entrar en la historia de la hUmanidad de un modo nuevo y definitivo enviando a su Hijo en nuestra carne para arrancar por su medio a los hombres del poder de las tinieblas y de Satanás (Cf. Col., 1,13; Act., 10,38), y en El reconciliar consigo al mundo (Cfg. 2 Cor., 5,19). A El, por quien hizo el mundo, lo constituyó heredero de todo a fin de instaurarlo todo en El (Cf. Ef., 1,10)” (AG3).

[4]“La misión de los discípulos es colaboración con la de Cristo: « Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo » (Mt 28, 20) La misión, por consiguiente , no se basa en las capacidades humanas, sino en el poder del Resucitado” (RM23).

[5] “Y para conseguir esto envió Cristo al Espíritu Santo de parte del Padre, para que realizara interiormente su obra salvífica e impulsara a la Iglesia hacia su propia dilatación” (AG 4).

[6] “Este envío es envío en el Espíritu, como aparece claramente en el texto de san Juan: Cristo envía a los suyos al mundo, al igual que el Padre le ha enviado a él y por esto les da el Espíritu” (RM22)

[7] “En efecto, solamente después de la venida del Espíritu Santo, el día de Pentecostés, los Apóstoles salen hacia todas las partes del mundo para comenzar la gran obra de evangelización de la Iglesia, y Pedro explica el acontecimiento como la realización de la profecía de Joel: «Yo derramaré mi Espíritu» (112)”(EN75). En pocas palabras,“«Gracias al apoyo del Espíritu Santo, la Iglesia crece» (117). El es el alma de esta Iglesia” (EN75).

[8] “En efecto, solamente después de la venida del Espíritu Santo, el día de Pentecostés, los Apóstoles salen hacia todas las partes del mundo para comenzar la gran obra de evangelización de la Iglesia, y Pedro explica el acontecimiento como la realización de la profecía de Joel: «Yo derramaré mi Espíritu» (112). Pedro, lleno del Espíritu Santo habla al pueblo acerca de Jesús Hijo de Dios (113). Pablo mismo está lleno del Espíritu Santo (114) ante de entregarse a su ministerio apostólico, como lo está también Esteban cuando es elegido diácono y más adelante, cuando da testimonio con su sangre (115). El Espíritu que hace hablar a Pedro, a Pablo y a los Doce, inspirando las palabras que ellos deben pronunciar, desciende también «sobre los que escuchan la Palabra» (116). «Gracias al apoyo del Espíritu Santo, la Iglesia crece» (117). El es el alma de esta Iglesia. El es quien explica a los fieles el sentido profundo de las enseñanzas de Jesús y su misterio. El es quien, hoy igual que en los comienzos de la Iglesia, actúa en cada evangelizador que se deja poseer y conducir por El, y pone en los labios las palabras que por sí solo no podría hallar, predisponiendo también el alma del que escucha para hacerla abierta y acogedora de la Buena Nueva y del reino anunciado” (EN75). En el mismo texto, S.S. Pablo VI enseñaba lo siguiente: “Ahora bien, si el Espíritu de Dios ocupa un puesto eminente en la vida de la Iglesia, actúa todavía mucho más en su misión evangelizadora. No es una casualidad que el gran comienzo de la evangelización tuviera lugar la mañana de Pentecostés, bajo el soplo del Espíritu.Puede decirse que el Espíritu Santo es el agente principal de la evangelización: El es quien impulsa a cada uno a anunciar el Evangelio y quien en lo hondo de las conciencias hace aceptar y comprender la Palabra de salvación (118). Pero se puede decir igualmente que El es el término de la evangelización: solamente El suscita la nueva creación, la humanidad nueva a la que la evangelizació debe conducir, mediante la unidad en la variedad que la misma evangelización querría provocar en la comunidad cristiana. A través de El, la evangelización penetra en los corazones, ya que El es quien hace discernir los signos de los tiempos -signos de Dios- que la evangelización descubre y valoriza en el interior de la historia.El Sínodo de los Obispos de 1974, insistiendo mucho sobre el puesto que ocupa el Espíritu Santo en la evangelización, expresó asimismo el deseo de que Pastores y teólogos -y añadiríamos también los fieles marcados con el sello del Espíritu en el bautismo- estudien profundamente la naturaleza y la forma de la acción del Espíritu Santo en la evangelización de hoy día. Este es también nuestro deseo, al mismo tiempo que exhortamos a todos y cada uno de los evangelizadores a invocar constantemente con fe y fervor al Espíritu Santo y a dejarse guiar prudentemente por El como inspirador decisivo de sus programas, de sus iniciativas, de su actividad evangelizadora”.

EN: Evangelii Nuntiandi, S.S. Pablo VI

RM: Redemptoris Missio, San Juan Pablo II Magno

AG: Decreto Ad Gentes (Concilio Ecuménico Vaticano II)

CM: Cooperatio Missionalis

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