Un cielo anticipado

Republicamos una crónica del África, escrita hace unos días por el Padre Diego Cano, IVE.

Les puedo decir que el trabajo apostólico es una verdadera bendición. La verdad que casi sin darme cuenta me he ido soltando un poco con el swahili. Eso no quiere decir que lo hable bien, ni con fluidez, pero ciertamente es un gran avance y me da un poco más de libertad, y de manejo de la situación. Me da una alegría enorme de poder dar los consejos que uno quiere dar… tal vez no con tanta exactitud, pero no saben las ganas que tenía de poder decirles a los chicos como a tantos otros, cuando se confiesan: “Jesucristo te ama… sufrió por vos en la cruz, allí nos mostró su gran amor, y no tenemos que ofenderlo más. La Virgen María sufrió por nosotros junto a la cruz de Jesús y nuestros pecados fueron la causa de sus lágrimas y de sus dolores. Cada vez que ofendemos a Dios gravemente, crucificamos a Cristo otra vez… etc.” Y ver sus caras de asentimiento, de alegría y de arrepentimiento… En fin, algo de lo que me vi privado de poder hacer o decir, durante mucho tiempo. Sabemos que Dios suple nuestra limitación, y que el Espíritu Santo actúa en el alma de ellos, mucho más de lo que nos imaginamos. Pero ciertamente que uno como sacerdote, en el momento tan especial de la confesión, cuando representa a Cristo mismo, quiere poder decir tantas cosas, y poder ayudarlos. Gracias a Dios, de a poco, Dios me va concediendo esta gracia… ¡Deo gratias!

Estuve confesando los chicos que harían su primera comunión el día de la Solemnidad de la Asunción… 49 en total, varones y niñas. Y recibirán el bautismo 36 chicos y chicas de los que vienen a nuestro oratorio, varios de los varones son monaguillos. Lo mismo que los que recibirían la primera comunión. Por eso ha sido una alegría enorme, porque con ellos comenzamos a jugar al fútbol hace un año, se comenzaron a hacer amigos, llegaron muchos, algunos de papás paganos… pero ellos vienen y sus padres no se oponen. Comenzaron a venir a misa muy seguido, algunos vienen todos los días. En fin que el oratorio, crece en gracia… está creciendo, y eso le dará un impulso nuevo, y atraerá a otros, y se traduce en una alegría mucho más grande de la que ya se vivía hasta ahora.

Como verán, estoy muy entusiasmado, y muy agradecido con Dios y su Madre por tantos frutos. Frutos merecidos, pero sólo a la intercesión de la Virgen a quien tanto invocamos.

El día de la ceremonia tuvo que ser el 14 de agosto, primeras vísperas de la solemnidad, porque el día 15 teníamos que asistir a una misa en la Catedral de la diócesis. Para mí era la primera vez que hacía tantos bautismos de adultos. El P. Damiano, que estaba de visita, me decía que nunca había visto tantos bautismos juntos. No les puedo describir la alegría que me daba ir viendo pasar los rostros de los chicos del oratorio, esas caras que al principio venías muy tímidas, que luego se comenzaron a hacer amigos, que cada domingo saludaban con gran alegría… que luego frecuentaron el catecismo y comenzaron a aprender a ayudar en misa. Pero no estaban bautizados todavía… y ahora inclinaban su cabeza para recibir el bautismo. Muchos de ellos también hicieron su primera comunión. Indecible el gozo de verlos comulgar ahora, día a día, la fila de la comunión repleta de chicos.

Elijo un ejemplo entre muchos otros. Kashindie llegó al oratorio, pero nuestra comunicación era casi nula. Resulta que él no sabía swahili, sino sólo sukuma, porque no va a la escuela. Es pastor, como varios de los chicos. Sus padres son paganos, por eso su nombre, “Kashindie”, que en lengua sukuma indica que “nació con los pies para adelante”. Es gracioso, pero es así, los nombres que les ponen indican momentos, circunstancias que rodean, como “Mayala”, que quiere decir “hambre”. Ya de esto tendré que escribir alguna otra crónica referida a los nombres. Bueno, pero volviendo al tema, el nombre indica muchas veces si es pagano o si es bautizado. Los padres de Kashindie no vienen a la iglesia, pero le dejan a él el domingo de descanso, y él viene a la iglesia. Imaginen que no disimulé mi alegría al verlo en la fila, y al preguntarle el nombre que elegía para su bautismo me responde “Cristopher”… es decir, Cristóforo, o Cristóbal, “Portador de Cristo”. Su papá, que no es cristiano, estaba presente en la misa, sin entender mucho, pero con gran alegría de que su hijo se bautizara con tanta solemnidad.

Y ver esa fila de caras conocidas, de esas caras que muchas veces vemos llenas de tierra, con sus ropas de varios días sin lavar… verlos ahora completamente impecables, pobres pero muy limpios, y una sonrisa que a pesar de un cierto temor o respeto, no ocultaban.

Creo que ese gozo que da esto que les cuento es algo que podemos experimentar los misioneros, y sólo nosotros. Y no es para despertar celos o suscitar comentarios… es simplemente así, y pienso que se debe a que los misioneros han tenido que sacrificar muchas cosas, desde la patria y la familia, hasta el idioma, y como dice un gran misionero (P. Carrascal), la “reducción de la personalidad”, y cierta impotencia… y ver un día, como un sol que se abre paso entre densos nubarrones, un fruto que nos anima a seguir adelante a pesar de todo. Y lo mejor, es que Dios nos va concediendo esto a cada paso. Vuelvo a citar aquí algo que ya les he trasmitido en un escrito anterior, pero que me parece una gran verdad, sobre todo porque está dicha por un misionero con autoridad, alguien que vivió, misionó y sufrió 40 años en el Polo Norte:

“Esa juventud inquieta que anda por el mundo buscando alegría sin encontrarla nunca, que venga a Misiones. De mí puedo afirmar que el gozo interno es a veces tan grande que temo me pague Dios en esta vida lo que yo creí ser patrimonio de la otra. En el altar de Kalskag con la sagrada Hostia en las manos y oyendo los himnos de los eskimales no me cambio yo por nadie. Es sencillamente un cielo anticipado”. (P. Segundo Llorente, A orillas del Kusko, pg. 148).

En Pascua se bautizaron 20 niños y jóvenes, en el día de la Asunción 36, y ahora se han anotado otros 42 para el catecumenado. Y todo esto lo cuento porque también es fruto de todas sus oraciones. Yo me alegro de poder tener tantos lectores que escriben frecuentemente que nos tienen presentes en sus oraciones. Ahora les sigo pidiendo que recen por estos chicos y chicas, para que perseveren en la vida de la gracia, que conozcan a Cristo más y más. Que sigan rezando por Cristopher… pero también por todos estos “portadores de Cristo”, para que siempre lo lleven a todas partes, y jamás lo pierdan. Creo que con sus sacrificios y oraciones, pueden participar en gran manera de las alegrías del misionero.

¡Firmes en la brecha!

P. Diego Cano, IVE

Marcar como favorito enlace permanente.

Comentarios cerrados.