VALOR DOGMÁTICO, HUMANO Y SICOLÓGICO DE LAS SUPERSTICIONES.

VALOR DOGMÁTICO, HUMANO Y SICOLÓGICO DE LAS SUPERSTICIONES.

(Tomado del libro “Si vas a ser Misionero”, escrito por el Padre Carrascal S.J.)

Supersticiones paganas

Supersticiones paganas

“Las supersticiones, en su concepción más propia, son la manifestación externa de una creencia errónea, de una fe equivocada. Son, pues, el culto de un dogma aunque falso. En esto están de acuerdo con la naturaleza y sicología del hombre, el cual, por ser compuesto de alma y cuerpo, debe dar también a su fe la manifestación externa de sus creencias, o sea un culto… De suerte que la fe, o creencia de donde brota, hace en líneas generales, que aquel culto exterior sea recto o reprensible objetivamente. Uno que inciensa  o que se postra ante una imagen, está haciendo un hermoso acto meritorio si lo hace ante una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, o de la Santísima Virgen, y hará una superstición objetiva, si lo hace delante de un ídolo. Por eso lo que para un pagano no es objetivamente pecado, lo es para un cristiano; es decir, que el culto es la flor y la fe o creencia es la raíz. Por eso si se trata de paganos, es inútil, y aun casi contraproducente, rebatir sus supersticiones directamente; lo que hay que rebatir son sus creencias.

Es inútil decimos, porque mientras n o se seque la raíz, ella brotará; mientras no se rectifiquen o sustituyan sus creencias o su fe, su fe o sus creencias darán el fruto espontáneo del culto. Es además de inútil  casi contraproducente, porque como no se trata de una cosa en sí toda error, «no es cosa de en todo aborrecer», como diría San Ignacio. Hay allí mucho de bueno, y casi diríamos que lo más y principal, que es la creencia y la rectitud de intención; lo que hay de abominable es lo que menos culpable es el hombre, es decir, la ignorancia y el engaño: lo que está equivocado es el entendimiento, pero el corazón está sano. Insisto en esta idea porque creo que ella orienta de otro modo más humano, y quizá más eficaz, la predicación tanto a paganos como a cristianos. Radicalmente es la táctica que nos ofrece San Pablo en el Areópago de Atenas, hablando a aquellos supersticiosos atenienses del Dios desconocido[1].La actitud del Apóstol no es la de quien recrimina y rasga sus vestiduras escandalizado, sino la de quien descifra un enigma, deshace una ignorancia inculpable y lamenta un error: «Quod ignorantes collitis, hoc ego annuntio vobis»[2]. Todo pagano de buena fe adora en sus ídolos al «ignoto Deo», al Dios desconocido. Y es que el que obra conforme a su fe y a su conciencia no puede ser censurado, sino que debe ser, si está en el error, iluminado; como al que corre con dirección errada, hay que decirle: haces bien en correr, porque crees que vas en dirección de tu padre y de tu casa; pero, mira, cambia de sentido y sigue corriendo, que tu casa está en esta otra dirección. Las supersticiones de un pagano, son manifestaciones erróneas, pero rectas en su intención, de un fondo de religiosidad, que por radicar en el fondo mismo del alma, viene de Dios. Por eso, mientras no se sustituyan su fe y sus creencias, el combatirlas, es casi como inducirle a una especie de apostasía laica, si se nos permite la expresión. Lograr su conversión, esto es, inocular en su alma una nueva sabia religiosa, es el mejor modo de combatir en un pagano las supersticiones, el mejor modo y casi el único. No es raro encontrar fervorosos cristianos, que antes eran fervorosos budistas. Hagamos que lleguen a darse bien cuenta de nuestra fe, y lleguen a tomarle gusto, y ellos serán los primeros en apartarse de prácticas, que sobre lastimar sus conciencias, están ya para ellos vacías de sentido; y espontáneamente dejarán unas prácticas ya ridículas por otras llenas de dignidad, de unción, de verdad, de eficacia y de sabor espiritual”.

 

 

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[1]Act. 17,23.

[2]Act. 17,23.

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