Ante el Ejército Misionero

(Tomado del libro “Cronicas Akulurakeñas” del Siervo de Dios Segundo Llorente, S.I., quien fuera llamado “el Apóstol del Polo Norte”, donde misionó 40 años)[1]

"Gracias a Dios hoy como ayer está listo el ejército de misioneros que lucha en las batallas de Dios" (P. Llorente)

“Gracias a Dios hoy como ayer está listo el ejército de misioneros que lucha en las batallas de Dios” (P. Llorente)

“¡Con qué fervores tan encendidos aman a Dios tantas almas de quienes el mundo no ha oído hablar jamás! Retumban los cañones en guerras fantásticas, redoblan los malos sus esfuerzos para aniquilar la idea misma de Dios, todos los demonios del infierno parecen andar sueltos con poderes extraordinarios para hacer guerra a los católicos genuinos… y, sin embargo, esos católicos marchan de frente abriéndose camino con la espada desnuda y derribando aquí al mundo, allá al demonio, más allá a la carne y corriendo a llenar los huecos ocasionados por la muerte en el frente misional. Somos muchos: muchísimos. A todos nos une estrechamente el celo por la salvación de las almas. Unos misionando al infiel, otros adiestrando a los futuros misioneros, otros orando y sacrificándose, otros contribuyendo con limosnas, otros contribuyendo con la pluma, el escenario o el púlpito, otros sembrando la idea misional en las aulas, en los recreos y en las conversaciones privadas, otros alentando a los que luchan en las avanzadas, todos formamos ese formidable ejército que debiera ser mayor aún, pero que es lo suficientemente grande para que se cumplan las palabras de Jesucristo cuando dijo que cuando fuera levantado de la tierra, es decir, crucificado, lo atraería hacia Sí. Todo lo ha atraído hacia Sí: las maldiciones de los malos y las alabanzas de los buenos. Nosotros somos de los buenos, y nos pasmaríamos si viéramos de repente cuántos compañeros tenemos. No está todo perdido. Aún hay inocencia en el mundo y la habrá hasta el fin.

El mundo no se acaba mañana ni pasado mañana y jamás el infierno prevalecerá sobre la Iglesia católica. Nosotros los católicos somos los elegidos para que el Evangelio de Jesucristo se establezca definitivamente en todas las naciones del orbe aunque tengan que pasar centenares de años antes de que alboree tan venturoso día. Los que muramos en ese esfuerzo, no morimos, como no murieron los apóstoles, que nos precedieron y son nuestro norte y nuestros guías desde Pentecostés. Ir al cielo a reinar con Cristo no se llama morir, sino vivir, y vivir vida divina. Morir eternamente, condenándose, eso es morir de verdad y por desgracia. Nuestro primer misionero, Jesucristo, murió en la cruz. Los apóstoles murieron, como sabemos. Nos precede una estela de martirios cruentos e incruentos, y no es cosa que nosotros queramos ser tratados de otro modo. Gracias a Dios hoy como ayer está listo el ejército de misioneros que lucha en las batallas de Dios, y nosotros somos soldados de este ejército leal y glorioso que un día entrará triunfante en el cielo en pos de las banderas victoriosas. He dicho”.

[1] El destacado nos pertenece.

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