Directora china

ChineseJesus

 

Hace un tiempo, acá en Taiwán, estudio chino en el TLI[1], una escuela que fue fundada para que los proselitistas protestantes aprendan lenguas. Éste fue el origen y este propósito en parte se mantiene ya que la mayoría de mis compañeros son “pastores” de diversos grupos disidentes. Teniendo en cuenta lo dicho, no es poco paradójico que haya podido hacer apostolado con la Directora de la sede de Taichung de esta Institución.

Ella fue a un colegio católico, en el que las Religiosas que allí enseñaban le dejaron una buena imagen de la Iglesia. El buen ejemplo de esas Misioneras la movió a manifestarme hace un tiempo, cierto interés hacia el Bautismo. Luego de esta feliz conversación, no pude sino pedir oraciones a nuestra Familia Religiosa.

Después de una prudente espera, le propuse a la Directora, presentarle formalmente a nuestro Señor Jesucristo. Aceptó. Usó estas palabras: “te doy una oportunidad”. Esta frase me puso un poco de presión, pero lo que primaba era mi alegría ya que para esto vine al Oriente: ¡para predicar a Cristo! Ésta, de hecho, fue la primera vez que, de un modo formal, solemne y concertado, pude presentar la Fe a un alma pagana de raza china. Fue algo inolvidable para mí. La mitad de lo que le dije sobre Cristo, nunca lo había oído en su vida.

Después que aceptó mi invitación, me puse a preparar el apostolado. Hice un powerpoint con textos del Evangelio que mostraban, por decirlo así, de un modo panorámico el Misterio de Cristo. Incluí también, las mejores imágenes del Arte Cristiano que encontré y los artículos de la Fe del Credo Niceno. Luego, sobre la hora, preparé un texto en chino, que le recité mientras pasaba las diapositivas. Ella, como toda maestra por vocación, me interrumpía para corregirme la pronunciación, lo cual si bien para mí era molesto, poco era con tal de predicar a Cristo. La conclusión fue tajante ya que le repetí aquellas palabras del Señor de Mt 16,16: “El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará”. Para más reforzar la idea, le mostré la imagen del mural del infierno que se halla en la Basílica bolognesa de San Petronio, la cual le causó no poca impresión.

¿Qué me movió a terminar así? Simplemente esto: que “ningún otro nombre nos ha sido dado bajo los cielos [sino el nombre de Jesús] en el cual podamos ser salvados” (Hch 4,12). Esta verdad, como dice el p. Iraburu, “es el núcleo del Evangelio[2]. He aquí que, “si no se predica esta verdad, no se predica el Evangelio[3]. Es más, como dice Iraburu, “si se silencia cautelosamente esa fe para no espantar a los infieles, es imposible que ninguno se convierta a la fe. Queda el Evangelio silenciado y negado, y la acción misionera inerte[4].

En esta ocasión, traté de hacer una presentación inculturada del Misterio de Cristo, para lo cual omití, como hace San Marcos, ciertos elementos que pueden parecer menos relevantes a los paganos a la vez que, en el proemio, incluí una referencia a Confucio, quien, muchos siglos antes de la Redención, anunció que desde el Occidente, iba a venir un gran Santo a enseñar a la China. Pienso que esta frase confuciana se podría aplicar perfectamente al Verbo Encarnado. Es un tema para profundizar.

Al final, luego de 40´ de predicar a Cristo, la Directora me felicitó. Acto seguido, le pregunté si tenía alguna duda o pregunta. Su respuesta me sorprendió: “no, no tengo ninguna duda; yo creo que los que tienen dudas son los que no quieren creer”. Luego me dijo: “yo quiero creer, yo creo”. Cuando oí su “yo creo”, mi corazón saltaba de alegría y tratando de contener mi gozo para que no se dé mucha cuenta, le expliqué que la Fe es un don divino y que es aun el mayor de los dones celestes. Luego, le dije lo siguiente: “mucha gente me escribió para decirme que está rezando por vos”. Ella se alegró mucho y, además, me exhortó a usar con otras personas el material por mí preparado. Esto es muy interesante: ella, que aún no decidió bautizarse, me exhortó a presentarle el Misterio de Cristo también a otros nativos.

Ahora bien, una cosa es que crea, otra es que decida bautizarse. Mediando la ayuda de la gracia, los silogismos teóricos pueden cerrar, pero aún falta la decisión del yo que debe jugar su existencia, eligiendo a Dios con toda su alma, la cual decisión implica un salto libre de la voluntad.

¡Sigamos ayudándola con nuestras plegarias a que haga este salto! …

¡A la fuente bautismal!

 

 

Padre Federico

Misionero en Extremo Oriente

3-XI-15

 

[1] Taipei Language Institute.

[2] Cfr. P. José María Iraburu, Las Misiones Católicas, Gratis Date, 2006, Pamplona, 4.

[3] P. José María Iraburu, Las Misiones Católicas, Gratis Date, 2006, Pamplona, 4.

[4] P. José María Iraburu, Las Misiones Católicas, Gratis Date, 2006, Pamplona, 4.

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