Del divino Cazador

Del divino Cazador[1]

El Evangelio de hoy proclama las dos primeras «Parábolas de la Misericordia», que se  refieren a la oveja y a la dracma extraviadas; son predicadas con ocasión de una blasfemia farisea; se encuentran en el capítulo XV del evangelio lucano y preceden la Parábola del Hijo Pródigo[2][3], que fue calificado como «el trozo literario más estupendo del mundo, mirado solamente desde el ángulo artístico (…) [si bien] mirando desde el ángulo religioso, es más estupendo todavía»[4]. Diremos dos palabras sobre estas divinas parábolas siguiendo, una vez más, al gran Castellani.

En las «Parábolas de la Misericordia», nuestro señor Jesucristo caracteriza «la condición de Dios para con los hombres como la de un Padre, pero un padre que tiene parcialidad hacia los hijos más desdichados»[5]. En efecto, «en estas parábolas Cristo atribuye a Dios para con el hombre los sentimientos de un Padre: de un padrazo; y ésta es según [algunos] (…) la médula y la esencia de la revelación cristiana»[6]. El buen Jesús «no solamente llamó a Dios “el Padre, mi Padre, vuestro Padre”, sino que lo describió como un corazón enormemente paterno»[7].

Lo cierto es que como comentaba un pastor español de la zona de Teruel, al menos según su experiencia, es imposible que un pastor se dé cuenta si perdió una oveja de cien. Esto no muestra que el Señor se haya equivocado con su parábola (lo cual es imposible ya que Cristo es Dios) sino que evoca la extrema misericordia de Dios que llega a usar hipérboles, exageraciones y parábolas para aludir al misterio de su desbordante misericordia que se anticipa al arrepentimiento del pecador para buscar, perseguir y acechar al pecador hasta que este se rinda, se convierta, se confiese y se salve eternamente. Es que Dios es un Cazador infatigable que corre al pecador para alcanzarlo y abrazarlo, con tal de que este se deje atrapar por Dios. Hay muchos, muchísimos, pecadores que no se dejan alcanzar por el divino Cazador y por eso, como le reveló en 1917 la Virgen en Fátima a los Pastorcitos, caen tantas almas en el infierno que se asemejan a copos de nieve cayendo en una tormenta, a pesar de que

El sentimentalismo moderno se finge otra cosa: “Dios no me puede condenar al infierno porque es padre”, dicen. Cuentos. Su ira es tan inmensa como [S]u Misericordia. No es Él quien te condenará al infierno si no vuelves: eres tú mismo. Él te irá a buscar en todo caso, como el Pastor a la Oveja Perdida, y te traerá sobre los hombros si no resistes; pero no forzará tu voluntad. No puede forzar tu voluntad; como ningún padre la de sus hijos; pues no sería en ese caso padre, sino tirano[8].

Dios es un divino Cazador. Él tiene parcialidad hacia Sus hijos más desdichados. En efecto, «Dios busca a todos, como la luz busca los ojos; y busca más a los que son más desdichados; y a nadie pide lo que no puede dar»[9]. Dios es un divino Cazador.

El poeta inglés Francis Thompson describió la conversión como una cacería y comparó a Dios, no con un pastor o una vieja, sino como “el Lebrel del Cielo” (“the Hound of Heaven”). Es una parábola, (…): uno de los poemas más grandes de la lengua inglesa. El pecador huye de Dios; y Dios lo sigue, con la perseverancia de un lebrel. La liebre se cree segura; pero oye de nuevo los ladridos lejanos, y corre de nuevo. Los pasos se aproximan implacables, haga lo que haga: el Lebrel no abandona la presa, su olfato infalible lo dirige. La presa no es presa: ella huye inconscientemente de su propio bien, de su propia felicidad, del Lebrel que ladra y ríe…[10].

 

Thompson pone en boca del divino Lebrel estas frases sugestivas: «Todo te deja porque me dejaste»[11]; «Nada podrá llegar a contentarte mientras no me contentes»[12] y «Lo que tú crees perdido está en casa: Levántate, toma mi mano y pasa. (…) Oh loco, ciego, enfermo que te abrasas, pues buscas el amor, a mí me buscas, y lo rechazas cuando me rechazas»[13]. Es más,

Cristo se pintó a Sí Mismo y también al Padre Celeste como revestidos de misericordia, y por cierto de una extremada misericordia, superior a la de los hombres; a tal punto que los exégetas modernos dicen que el Padre del hijo pródigo es inverosímil y que es inverosímil que un pastor deje 99 ovejas en despoblado para ir a buscar una; y que una mujer llame a sus vecinas para decirles que encontró un denario que había perdido[14]

ya que esto equivale a un día de trabajo de un operario cualificado. Esto que dicen los exégetas modernos constata y prueba lo que veníamos diciendo y es que «Dios tiene más solicitud por los pecadores que los hombres por sus bienes más preciados. Y así es. No menos de veintitrés Parábolas de Cristo indican esta solicitud de Dios, casi siempre con la comparación de una oveja y un pastor; las cuales culminan en la gran Parábola definitoria de Cristo, el Buen Pastor»[15]. Como explica Castellani,

El Padre nuestro de los cielos lo introdujo Cristo en la religión, no está en el Antiguo Testamento, un padre que se ocupa de cada uno de los hombres, y menos de los pecadores; que mientras son pecadores, son enemigos de Dios, acreedores de la divina justicia. Hay expresiones muy tiernas en el Antiguo Testamento, pero se refieren a Israel total como esposa de Dios; y esposa adúltera muchas veces (…) [apareciendo Dios «como un amante (…) celoso, exigente e irritable –o irritado por lo menos– continuamente, contra la Adúltera»[16]], pero la idea de un padre que se preocupa de todos y cada uno de sus hijos –y de los más desdichados, más– eso es invención o creación de Cristo o revelación de Cristo, digamos exactamente[17],

que nos dijo «No os llamaré ya siervos, porque el siervo ignora las cosas de su Señor; a vosotros os llamaré amigos» (Jn XV 15) y que le dijo a la Magdalena, «ve y dile a mis hermanos que los espero en Galilea» (Mt XXVIII 10).

Como ya dijimos, que Dios sea misericordioso no significa que no sea justo al mismo tiempo. Es ambas cosas: es justo y misericordioso. De hecho,

Si hay veintitrés Parábolas en el Evangelio que aluden a la benignidad de Dios, hay lo menos otras veintitrés que hablan de su justicia; algunas veces, en la misma Parábola. La justicia y la misericordia son en Dios la misma cosa, en Dios no hay virtudes diversas (…) como en nosotros, el Ser de Dios es [máximamente]  simple. Pero con respecto a nosotros, Dios se inclina más a la misericordia que a la justicia, dice Santo Tomás; y la razón es que somos débiles (…) de modo que el inclinarse más a la misericordia que a la justicia es justo [, esto es], pertenece también a la justicia[18].

Le pedimos a la Virgen Santísima que nos alcance de Dios la gracia de dejarnos alcanzar y abrazar ahora y por siempre por el divino Cazador y la de ser instrumentos Suyos para la caza de incontables almas, especialmente de las más desdichadas. Amén.

 

Bibliografía

Castellani, L., Domingueras Prédicas, Jauja, Mendoza 1997.

–––––––––––––, Domingueras Prédicas II, Jauja, Mendoza 1998.

–––––––––––––, El Evangelio de Jesucristo, Vórtice–Jauja, Buenos Aires–Mendoza 2019.

[1] Por el R.P. Federico Highton, S.E, PhD. 18 VI 23, III Dom. Post Pent., Pquia. San Jacinto, Cascol, Ecuador.

[2] Cf. Castellani, L., Domingueras Prédicas, 170 e ibid., El Evangelio de Jesucristo, 233.

[3] Castellani, L., El Evangelio de Jesucristo,

[4] Castellani, L., El Evangelio de Jesucristo, 232.

[5] Castellani, L., Domingueras Prédicas, 170. Destacado nuestro.

[6] Cf. Castellani, L., Domingueras Prédicas, 170.

[7] Castellani, L., El Evangelio de Jesucristo, 232.

[8] Castellani, L., El Evangelio de Jesucristo, 232-233.

[9] Castellani, L., Domingueras Prédicas, 173.

[10] Castellani, L., El Evangelio de Jesucristo, 235-236.

[11] Cit. en Castellani, L., El Evangelio de Jesucristo, 236.

[12] Cit. en Castellani, L., El Evangelio de Jesucristo, 237.

[13] Cit. en Castellani, L., El Evangelio de Jesucristo, 237.

[14] Castellani, L., Domingueras Prédicas II, 191.

[15] Castellani, L., Domingueras Prédicas II, 192.

[16] Castellani, L., El Evangelio de Jesucristo, 232.

[17] Castellani, L., Domingueras Prédicas II,

[18] Castellani, L., Domingueras Prédicas II, 192.

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