Noviciado Eliata, Noviciado de Frontera

“Fiado en mi Dios, asalto la muralla” (Sal XVII, 30)

 

Hace tres años y medio que misiono en soledad. La Providencia de Dios me mandó algunos voluntarios para ayudarme en la misión, lo cual fue muy fecundo en frutos de vida eterna, tanto para ellos como para los paganos. Pero, un voluntario (por más que lo sea toda la vida) no es lo mismo que un consagrado, ya que este último deja el mundo, y deja todo (y aún se deja a sí mismo) para dedicarse de lleno a Dios, a su santificación y a la salvación de las almas (cf. Mc X, 21).

Mas ahora, luego de este trienio misional en soledad, Dios se digna enviar un joven a misionar conmigo. Podemos llamarlo, “el primer novicio”. Sí, el primer novicio. Y hay otros dos candidatos que están queriendo en venir.

Será un Noviciado muy especial…

Un Noviciado que no será para todas las vocaciones eliatas, sino para aquellos que les sea conveniente, según lo vean los superiores. El Noviciado estará en Indochina, aunque de tiempo en tiempo vendremos a la Meseta Tibetana.

Formaliter, serán voluntarios. Materialiter, serán novicios. Legalmente, seremos turistas. Pero, ante todo, aspiraremos a ser ascetas misioneros o, mejor, monjes misioneros, esto es, almas que pongan en primer lugar la contemplación, es decir, la oración y el estudio, pero que no se queden engolfados en las delicias de la contemplación -como querían los Doce al ver la Ascensión (cf. Hch I, 11)-, sino que salgan a compartir alegre y generosamente la abundancia de lo contemplado, mas no a los apóstatas urbanos (que también requieren que alguien les predique), sino a aquellas tribus remotas que jamás oyeron la Buena Nueva (cf. Mt XXIV, 14), predicando, bautizando y enseñando todo lo que Él Señor nos transmitió, viviendo literalmente el divino mandato misionero, que leemos en Mt XXVIII, 19-20 y Mc XVI, 15, sabiendo que “el que crea y se bautice se salvará” (Mc XVI, 16), mas “el que no crea, se condenará” (Mc XVI, 16).

Será un Noviciado exigente; un Noviciado de frontera; un Noviciado clandestino; un Noviciado que externamente parecerá una avanzada de aventureros, pero que en realidad será un comando de consagrados misioneros; un Noviciado que tendrá una casa, pero que también imitará al Señor en su no tener piedra para apoyar su cabeza (cf. Mt VIII, 20), durmiendo en parajes perdidos, sea a la intemperie, sea en un rancho pagano, sea bajo un árbol mientras se busca a las tribus más alejadas para darles el pan de la Palabra.

Será un Noviciado para pocos, no sólo por su exigencia, sino porque las circunstancias extremas que lo rodearan demandaran que el grupo sea tan pequeño como selecto. Será un Noviciado de Misa tradicional, pero sin nubes de incienso que llamen la atención de la policia comunista. Será un Noviciado de estudio, pero sin contar con una biblioteca. Será un Noviciado rigurosamente pobre ya que las tribus podrán ofrecer hospitalidad, pero no saben lo que es la comodidad. Será un Noviciado abandonado a la Providencia ya que no tenemos un peso (cf. Mt VI, 25-34).

No será un Noviciado barroco, mas un Noviciado donde a menudo las Horas serán rezadas apoyados en un tronco, en una cueva o quizá entre las fieras, imitando al Señor que se iba “al monte a orar” (Lc VI, 12). Será un Noviciado donde los enemigos de Dios nos impedirán usar el hábito y donde, por tanto, nuestra coraza no será una tela fina sino la pura gracia de Dios. Será un Noviciado donde habrá que adaptarse a todas las imprevisibles exigencias que la Providencia disponga (cf. Mt VI, 33), como se lee en los Hechos de los Apóstoles y en los cantares de gesta de San Francisco Xavier.

Será un Noviciado contemplativo y misionero, todo abandonado a la Providencia, pródigo en peligros y desafíos (cf. Sal CXIX, 109), donde se experimentará a diario la Omnipotencia de nuestro Padre Celestial (cf. Mt VI, 8) y la ternura de nuestra Madre del Cielo (cf. Jn XIX, 26-27). Será un Noviciado combatiente, en el que no habrá otra opción que no sea la de vivir los consejos evangélicos -pobreza, castidad y obediencia- con toda radicalidad.

Será un Noviciado para recios varones que estén dispuestos a navegar “mar adentro” (cf. Lc V, 4) literalmente, a cargar con su cruz y seguir al Maestro donde quiera que Él nos lleve (cf. Mt XVI, 24), donde se deje la casa (cf. Jn XV, 4) para ir a buscar a la tribu perdida, pródiga (cf. Lc XV, 11-32) o yaciente (cf. Lc I, 79). Será un Noviciado que sólo querrá ser un eco de las inspiraciones del Espíritu Santo (cf. Jn XIV, 26) y de la sed (cf. Jn XIX, 28) y el heroísmo invicto de nuestro señor Jesucristo.

Será un Noviciado donde el rezo de la Corona del Rosario será más importante que dormir o comer. Será el Noviciado de los diez mil desafíos, donde los candidatos vacarán en Dios y osaran impensadas hazañas para la salvación de las almas (cf. Lc I, 49 y Sal XVII, 30). Será un Noviciado donde la única garantía será divina y sobrenatural, esto es, que Dios nos cuidará como a la niña de sus ojos (cf. Sal XVII, 8). Las huestes angélicas -a las que nos gozaremos en darles mucho trabajo- nos marcarán el rumbo que seguiremos, enhiestos, en motos-enduro, en transportes mezclados con animales o simplemente a pie, marchando cara al sol o, mejor, cara a Dios.

Quien se vea llamado por Dios para algo así, que pida un puesto en esta trinchera sobrenatural. Encomendamos esta obra a la Virgen Santísima, Reina de cielos y tierra, a San Elías, el Patriarca de la Vida Consagrada, y a San Mateo, que dejó su sórdida mesa de monedas para devenir Apóstol de Dios (cf. Mt IX, 9) y correr el buen combate de la Misión hasta alcanzar la corona del martirio y el Paraíso Celestial, donde todo es gozo, éxtasis y caridad.

¡Viva la Misión!

¡Viva la Vida Consagrada!

Padre Federico Highton, S.E.

Misionero en Extremo Oriente

21-IX-19, Fiesta de San Mateo Apóstol

Naga, Himalaya

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