Predicándole al Chamán Tchaho (2a crónica laosiana)

Chamán Tchaho

Predicándole al Chamán Tchaho

Segunda Crónica Laosiana (CRM)

 

El intensísimo ritmo del Raid Misional nos impidió, como habríamos querido, escribir antes esta prometida segunda parte, pero, la obligada dilación del cronista, nos permite ver los hechos con más perspectiva y tranquilidad.

Decíamos ayer que, después de la ruidosa denuncia policial, el cacique Tchaho nos convidó con una grata cena reparadora, que, a su vez, significó nuestra primer incursión en las delicias del dialecto (¿o idioma?) Tchaho. La sobremesa sobrepasó la medianoche con creces y con una bebida alcohólica difícil de clasificar, con la cual mojamos nuestros labios, mientras buscábamos argumentos plausibles para justificar nuestra moderación sin faltar a las virtudes de la amistad, lo cual supone un balance difícil de alcanzar.

Al otro día, tuvo lugar la tan esperada cita con el Chamán o Mopi, como lo llaman los Tchaho. Esperábamos un encuentro privado, pero nuestra reunión fue un evento público, que contó con la presencia del Jefe, otros personajes (aparentemente) relevantes, el guía y su asistente, varios curiosos vecinos y niños correteando. 

No hablamos de nada visible. Comenzamos el coloquio, preguntando por su creencia en los espíritus y el destino de ultra-tumba. Nos encontramos que, en lo que toca a las sustancias espirituales, el Chamán, llamativamente, es mucho más tomista que muchos sacerdotes católicos. Pero, ¿por qué decimos esto? Porque, según lo que se desprendió de nuestro jugoso diálogo, el Chamán testifica la existencia de ángeles y demonios y su inmaterialidad, afirma que es posible interactuar con ellos y que hay infierno y, a mayor abundamiento, da por sentado que existe un Dios Creador (¡y sólo uno!)… “¡Un Chamán preconciliar!”, dirían los progres…

De todos modos, y esto es muy interesante, casi nunca le rezan al Creador ya que le tienen miedo, miedo este que, pensamos, es similar al miedo adámico, a Dios, después de la caída. Quizás este miedo ancestral a Dios, junto con los semina Verbi, les llegó por revelación oral desde los primeros Padres.

No saben que Dios es amor. El Chamán y la plebe por medio suyo, por tanto, se relacionan con los espíritus creados, los cuales pueden ser (siempre o a veces) demonios disfrazados de ángel de luz. Entonces, les dijimos que Dios nos ama y que le podemos rezar pues Él es amor y nos puede y quiere ayudar. 

Acto seguido, para demostrar nuestra afirmación, les ofrecimos rezar al Creador pidiendo que mande lluvia, que solucione la sequía que padecían. Discutieron entre ellos y todos, hasta el guía, accedieron. Entonces, celebramos la Santa Misa, en su forma antigua, en la puerta de la casa del Chamán, a la vista de todos, empleando las preces especiales que el misal antiguo trae para pedir lluvia. 

Preparando el misal enfrente del Chamán y su enorme pipa

Mucha gente, Chamán y Jefe incluidos, presenciaron la misa. Es interesante señalar que durante la intensa conversación que los nativos mantuvieron entre ellos mientras celebrábamos la Misa, dijeron mil cosas, para nosotros, totalmente ininteligibles, pero, pudimos oír, que muchas veces mencionaron un nombre: “Iesu”. 

Ellos no rezaron, pero acompañaron la Misa mencionando muchas veces el dulce nombre de Jesús, ante el cual toda rodilla debe doblarse. Hasta donde sabemos fue la primera vez que el nombre de Jesús resonó pública, y aun quizás privadamente, en los confines de la tribu Tchaho. Suponemos que, debido a la cercanía de Yunnan (China), alguno alguna vez había escuchado el nombre de Jesús y visto una cruz y por eso, al ver el crucifijo en el altar, se corrrio la voz de que le estábamos rezando a Jesús. Es interesante anotar que varios de los presentes sacaron, muy de cerca, fotos a los elementos usados en la Misa.

Terminado el Santo Sacrificio, les explicamos que la Misa no es magia, que por medio de la Misa le pedimos lluvia a Dios, que el Señor la manda si Él quiere y cuando quiere y que, por nuestros pecados, puede dilatar su envío. Escuchaban atentos y entonces, tomé una imagen de Cristo y les empecé a predicar sobre el Salvador, mas, inmediatamente el Jefe nos dijo: “el Gobierno de Laos prohíbe que se hable de Jesús”.

Luego, le ofrecimos al Chamán rezar por su salud (tenía una especie de ciática) y él aceptó humildemente. Me puse la estola y entonces, preocupado, el ayudante del guía turístico nos dijo que el Jefe no quería que hiciéramos eso, mas suponemos que fue el guía turístico, y no el Jefe, quien puso tal obstáculo a la gracia. 

El Chamán agradeció mucho la Misa, lo mismo que uno de los vecinos.

Acto seguido, quisimos visitar otra aldea Tchaho, aún más lejana y todavía más metida en la montaña, pero, según nos dijo el guía, que estaba indignado, el Jefe nos prohibió ir a la otra aldea. El guía nos dijo que nos lo prohibió “because of your Iesu, Iesu…”. 

Dejamos la aldea y nos fuimos en la 4×4 a otra de las tribus que tenemos en el catálogo de los pueblos que aún no oyeron el Evangelio: la tribu Alu. 

A las 72 horas (o algo más o menos quizás), mientras estábamos lejos de la tribu Tchaho, comenzó, en toda la zona (no sólo en los márgenes de los Tchaho), una lluvia potentísima que tornó intransitables los caminos. 

En medio de la tormenta, dejamos la tribu Alu, y con la ayuda de cuatro jóvenes Alu volvimos en moto a la aldea de la tribu Tchaho. Queríamos ver si asociaban la lluvia con la Misa. El viaje en moto fue muy peligroso ya que las motos patinaban en el barro y los choferes no conocían el camino, sino que fuimos nosotros (!) los que los guiamos. Debimos cruzar un río caminando dónde el agua nos llegaba casi hasta la rodilla. Bastó este viaje para darnos cuenta que el único modo de misionar el norte de Laos es ir en moto-cross (también llamada “dirt-bike”). Unos amigos españoles, valga el paréntesis, nos donaron una cámara “Go-pro” (hecha para caerse, enlodarse y funcionar bajo el agua), así que ya colgaremos los divertidos vídeos en YouTube…

El camino estaba tan patinoso que debimos dejar las motos y seguir caminando. El tramo a pie fue agotador y coloreado por numerosas caídas. Era un terreno tan patinoso que hasta caminando, uno se caía.

Llenos de barro, con lodo hasta en la cara, llegamos. Llegamos, pero el Jefe y el Chamán no estaban y como no estaban, nadie nos recibió pues es una tribu muy jerárquica. El Chamán y el Jefe se habían ido a trabajar la tierra. Suponemos que fueron debido a que ya había comenzado la lluvia.

Volveremos a los Tchaho. Pero la próxima crónica será sobre la tribu Alu.

¡Viva la Misión!

Padre Federico Highton, S.E.

Misionero Ad Gentes

4-VIII-19, Laos

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